miércoles, 6 de octubre de 2010

Vestuario

El iniciar una actividad deportiva representa, en muchos casos, toparse en personas del mismo sexo en formas no apreciables en otro ámbito. Me refiero pues a la faceta de cansancio extremo, transpiración desmedida, ropa no siempre elegante y, creo que el peor de los casos, el cuerpo desnudo.

Fue iniciada la primavera cuando decidí empezar a pagar la mensualidad de un gimnasio donde tornearía mis, hasta ahora inexistentes, músculos. El primer día, luego de la tortura que para que no tengan problemas con Amnistía Internacional denominaron rutina, en donde me sometieron a esfuerzos que rozaban el límite de mis capacidades en máquinas que siguen la línea de los aparejos utilizados durante la Santa Inquisición, entré al vestuario despreocupado con la intención de asearme y continuar con el día lectivo.

Mi sorpresa empezó al comprobar que los asistentes al recinto cambiario se paseaban sin penas ni gloria mostrando a todos las zonas del cuerpo donde el sol no llega. A diferencia de ellos intenté cubrirme en vano con mi toalla de máxima absorción (30 x 30 cms), dándome por vencido por razones obvias de superficie cubierta vs. superficie expuesta. Entonces analicé las posibilidades y comprobé que la mejor opción es desvestirse y vestirse lo más rápido posible evitando que el calzoncillo se enrolle al subirlo y te deje en una situación aun más ridícula.

Como habrán leído mi sorpresa solo había empezado, luego enfrentaría al terrible fantasma que me agobia desde mis tempranos días: la socialización (en este caso se añadiría un curioso bonus: la privación de vestimentas). Estudié el ambiente y descubrí que los tópicos más reiterativos eran las motocicletas y las mujeres (en ese orden), casualmente temas en donde mis conocimientos son escasos y mis experiencias mayormente desventuradas respectivamente.

Si bien con el pasar de los días se me ocurrieron un par de frases elocuentes y hasta cómicas para sopar entre las conversaciones interducha, preferí reservármelas para mi, tal como reservo mis genitales del resto del grupo.

Los primeros tiempos fueron difíciles, pero es hoy que me inflo de orgullo y grito al mundo que aprendí a ser feliz y a convivir con tan extraños (o normales) compañeros de vestuario.

1 comentario:

  1. en un vestuario aprendí que hay gente que se pone la remera antes que los calzoncillos, lo aprendí a los 16 aprox y es algo que difícilmente pueda olvidar...

    aunque quiera

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